SEIS COSAS QUE LOS HOMBRES NECESITAMOS ASIMILAR SOBRE EL FEMINISMO

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Como hombre, no tienes que «aprobar» al feminismo ni sus métodos de protesta. Con que muestres respeto y empatía es suficiente.

Hoy se conmemora el Día Internacional de la Mujer y las distintas manifestaciones en búsqueda de la justicia perdida y el alto a la violencia de género no deben ni pueden hacerse esperar. El feminismo empuña con fuerza la bandera del 8 de marzo con la intención de que los ideales de igualdad no queden obsoletos ni guardados en un cajón esperando ser desempolvados y recordados el próximo año, así como de mantener la memoria fresca para no olvidar que la lucha de ellas tiene lugar todos los días, a todas horas y en todos los lugares.

En aras de hacer la parte que me toca sin intervenir con lo que sólo ellas tienen derecho a considerar necesario para buscar un escenario de equidad que —lamentablemente— aún se ve lejano, quiero compartirte una lista sencilla de las cosas que he aprendido gracias a las mujeres de mi familia (principalmente), parejas, amigas, conocidas, compañeras de trabajo; mujeres que se han cruzado en mi camino y me han dejado alguna buena enseñanza.

Esto no es un discurso de “aliade” o “mangina” en busca de la aprobación femenina. Tampoco es postureo ni alguna pretendida “deconstrucción”. Simplemente, me parece justo invitarte a ti, hombre que me lees, a analizar conductas que tenemos normalizadas aunque sean erróneas y que, si contamos con suficiente sentido común, podemos asimilar y cambiar sin ningún problema.

Ellas son las protagonistas, no tú

Las manifestaciones son su espacio, la oportunidad de dejar salir la frustración, el dolor y la rabia acumulada contra todo lo que les ha pasado (históricamente, ¿eh? No es de ahorita ni es moda). Por eso es mejor hacernos a un lado y dejarlas expresar todo lo que necesitan decir. Les debemos eso, como mínimo.

Ahórrate el mansplaining

O sea, si eres hombre no trates de explicar qué es el feminismo a una mujer y menos si te la vas a pasar interrumpiéndola para decir “lo mismo”, pero en tus términos. Nosotros podemos tener una idea, puede indignarnos la violencia de género y por supuesto que podemos apoyarlas, pero de eso a tomar una actitud de sabios egocéntricos y poseedores de la verdad hay mucha diferencia. Mejor nos callamos y procuramos rodearnos de mujeres que puedan explicarnos más sobre el tema para seguir aprendiendo.

Trabaja sobre tus áreas de oportunidad

En una cultura como la mexicana, el machismo es como el chile: Lo encuentras de todos tamaños, formas e intensidades. ¿Eres de los que aún dicen cosas como “Pegas como niña”? ¿Todavía dices a tus compas “No seas nena” cuando quieres retarlos a hacer algo?

Pon atención a todo eso, la realidad es que siempre vamos a encontrar alguna otra cosa que debamos corregir y es muy difícil que nos deshagamos de todas esas actitudes que —muchas veces de forma inconsciente— seguimos reproduciendo, pero cada que rompemos con una de ellas, por pequeña que parezca, damos un paso adelante y allanamos el camino para futuras generaciones de hombres.

No politices

La historia nos ha dado muchísimos ejemplos de cómo el hecho de hacer caso a gente infiltrada (ya sea físicamente en las manifestaciones o desde las trincheras mediáticas) puede sesgar la percepción que la gente suele tener sobre algún movimiento en específico, en este caso el feminismo, más si éste pretende romper el statu quo en el que quienes tenemos ciertos privilegios nos sentimos tan cómodos que no somos capaces de comprender las exigencias de la otredad.

Peor si ese “temor a lo desconocido” va aderezado con filias y fobias políticas de cualquier índole. Considero muy sucio, bajo y ofensivo que cualquier político (y sus respectivas rémoras) pretenda colgarse del feminismo para llevar agua a su molino, así que la mejor opción para no caer en su jueguito es mantenernos correctamente informados y —lo más importante— aprender a analizar fuentes y datos.

No banalices

Ningún pedazo de piedra tendrá nunca más valor que una sola vida humana. Esto lo menciono por la “terrible indignación” que han mostrado de un tiempo para acá los ardientes protectores de edificios y monumentos (de los que, la mayoría de las veces, desconocen origen y significado), cuya frase más célebre es “Esas no son las formas”.

Entonces, ¿Cuáles son?

Medio Internet se burló de aquella chica de Monterrey que hizo un performance para concientizar sobre el feminismo y la violencia de género. Esa misma gente no baja de “huevonas” a las que tienen la posibilidad de sumarse al Paro Nacional de Mujeres de cada año. ¿Por qué les molesta que ellas estén hasta la madre y lo demuestren con violencia? ¿Qué aconsejarían esos dechados de sabiduría que las mujeres hagan para manifestarse al gusto de todos? Si bien este punto en particular requiere mucho análisis y observación para aprender a diferenciar entre gente enojada que se manifiesta y colados que son enviados a desestabilizar y provocar, lo recomendable es que no te metas en camisa de once varas.

Haz conciencia

Vuelvo a lo que mencioné en el primer punto: no somos mujeres. No sentimos las cosas del mismo modo que ellas y no lo digo porque “las mujeres sean de Venus y los hombres de Marte”, sino porque no hemos estado en sus zapatos.

“A nosotros nos matan más”, dicen sin un ápice de empatía quienes balbucean incluso que el término “Feminicidio” es un “invento de la agenda progresista”; sin embargo, su error de criterio reside en que, si bien a mí pueden matarme por resistirme a un asalto, por responder una agresión que quizás hubiera sido más prudente no responder, en un accidente de tránsito y mil razones más (igual que puede sucederle a una mujer), mi cadáver no va a aparecer con los calzones abajo, con huellas de violación y mutilado, como tristemente sí sucede en un crimen de odio por razones de género.

Además de por los mismos motivos que a los hombres, a la mujer la mata su pareja dentro de su propio hogar porque no le tuvo lista la cena y hasta por no querer coger esa noche; la mata el ardido al que bateó, la mata el machito que no obtuvo nada de ella por más que recurrió al acoso en cualquiera de sus variantes. A ella la revictimizan los medios y pseudoperiodistas amarillistas que difunden imágenes de su cuerpo desollado haciendo gala de una nula empatía y respeto. A los deudos de ella les dicen “Es que se lo buscó por salir vestida así, por andar sola hasta altas horas de la noche en la calle, por beber, por irse de fiesta, por vivir su vida sexual, por haber abordado un taxi o hasta un Uber”. He ahí la diferencia entre sus muertes y las nuestras. He ahí lo que necesitamos combatir, cada quién desde su trinchera y haciendo a un lado el discurso barato de pretendida superioridad moral que las señala como “unas vándalas sin quehacer que no representan a todas las mujeres ni al feminismo”.