MARIO Y EL CANTO DE LAS SIRENAS, HISTORIAS DE CARTELES

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Reportaje especial e historia real de Irreverente Noticias

Dijo llamarse Mario. no quise averiguarlo mucho, pero cuando lo vi en la carretera levantando la mano haciendo la universal señal de “un aventón” decidí parar, lo espejíe para esperarlo y lo vi venir corriendo como sí en eso se le fuera la vida.

Batalló para subir, pero después de breves indicaciones estaba confortablemente sentado en el sillón de pasajero. Empezamos a platicar, pero antes me llamó la atención su agradecimiento entre gruesas gotas de lágrimas que corrían por sus mejillas: “que machín, que machín…” exclamaba.

Avanzamos en el camino y su expresión de agradecimiento seguía firme. Después comprendí por qué. Empezó a contarme que venía caminando desde Hermosillo, vaya; pensé; “ahora comprendo su gratitud”, pero estaba muy lejos de imaginarme su viacrucis.

A sus 32 años como habitante del Serengueti urbano nogalense había encontrado la oportunidad de su vida años atrás como empleado de alguno de los carteles que dominan la frontera, no me lo dijo, pero imagino que empezó como todos picando piedra, haciendo mandados a algún segundón o tercerón del sicariato de nogi-town, para que, a sus 22 años, dos meses después de haber conseguido su visa intentara pasar de contrabando 70 mil dólares del otro lado.

Se dio cuenta tarde, pero “lo pusieron”, y a unos pasos de brincar la frontera, cuenta con lujo de detalle, mirando hacia el recuerdo, como un migra salió con la conclusión en su pistola, ¡de que llevaba feria sin declarar! se asoma al recuerdo y con algo de coraje afirma: “pinche migra, ni, aunque se llamaba como yo, no me hizo el paro”, me bajó del carro y me llevó esposado al cuartito, pensé: “¿qué querías papá?, dulces?”.

Ahí en el interrogatorio le dieron dos opciones según me dijo: “o te declaras culpable de querer trabajar en los estados unidos, o te declaras culpable de buscar trabajo ilegal”, o sea: o te aclimatas o te aclichingas, la feria y los cargos por traficar con dinero mágicamente se esfumaron. En horas estaba ya de regreso en Nogales, sin visa, pero gozando de libertad, bueno, aparentemente, porque había comprado el boleto de tener que responder por el acto de magia realizado por el agente del CBP.

“Mire don… en nogales…” me dijo agarrándose la frente, “por 500 pesos que le debas al cartel, mínimo te tablean”. cuenta que se arrimó con “un conocido poderoso” que lo apreciaba, pues ya traía muy cerquita a sus cobradores garrote en mano.

Cubrieron su cuenta, pero le sentenciaron desaparecer del lado este de nogalitos con un: “tírate a perder”. Con la energía hormonal que dan los 22 años le valió madres la experiencia, en parte porque a pesar de lo vivido y de buscar mejores horizontes en lo académico siguió pensando en dinero a las peladas.

 Diez años estuvo tentando a la suerte. “Inclusive hasta me amarré con una morra” dijo, fue por eso mismo que buscando satisfacer sus necesidades como esposo y padre decide aceptar “una oferta de trabajo”.

El recuerdo le inunda los ojos otra vez, lo llevaron a Hermosillo con el canto de las sirenas, porque según cuenta es muy bueno con la pala, el cemento y pegando ladrillos, aunado a sus conocimientos de la malillada se ganó el puesto de constructor de bunkers en Hermosillo, con la promesa de triplicar su salario semanal decidió ir a su sueño convertido en pesadilla.

A pesar de los regaños de su mujer y su madre. “Que madres…” dijo: “con 10 mil bolas a la semana me cuajo”. Dice recordar el día frío y lluvioso que salió de nogales, y su llegada a uno de los muchos fraccionamientos en Hermosillo, ahí empezaría su tragedia, 30 días construyendo y sus empleadores alimentándolo a “puro foco”. “Nunca me pagaron, no me daban comida, nomás me surtían con la pipa para fumar y fumar y fumar.

No podía dormir, dormía cuando mucho una hora, me daba hambre o sed y me pasaban el foco, el terror llegaría después, pues sus “empleadores” en el encargo de cuidar la plaza utilizaban el predio donde estaba construyendo para ajustar cuentas, con un tablón de cuatro por cuatro fabricaron la más temido arma de los foquemones y en hileras formaban a quienes osaban romper las reglas, muy cercas de él, recuerda como el aire de las tablazos los sentía a un ladito de las orejas: “me pasaba zumbando y escuchaba los gritos ahí a un ladito de por favor!, por tu mamacita!.

Terminaban hechos un desmadre, sangre cagada y miados, yo pensaba que lo hacían para meterme terror”, dijo, “yo sabía que esos castigos eran dedicados para mí, para que siguiera trabajando de día, de noche… de madrugada.

Fumando un día si y el otro también sin quejarme, sin pedir dinero. La primera semana que llegué preguntando por los chalanes me dijeron luego llegan, pasó la semana nunca llegaron y como le chingué yo solo, pensé que con la feria de los chalanes más la mía me iba a cuajar, ni madres. Así me trajeron 30 días, hasta que ayer en la tarde vencí el miedo, pedí permiso para ir a la tienda y no volví. Empecé a alejarme primero pidiendo ayuda, por mi condición como andaba mugroso y placoso nadie me ayudaba.

Pudo más el miedo a regresar o que me regresaran, por eso caminé, tengo casi dos días huyendo, caminando, pidiendo ayuda. Nadie me echaba la mano. Solamente un camionero me regaló estos zapatos, traigo las patas todas ampolladas, pues venía caminando con huaraches, estoy feliz de venir en el camino… con mucho sueño. Sé que a lo mejor mi esposa ya no va a estar en mi casa, a lo mejor mi jefa va a traer mi foto. en su camisa, o mi cara en los postes de nogales. Espero que me estén buscando, porque más que el hambre y el cansancio, lo que me importa es saber que alguien me bu